Cuando ocurrió el terremoto en Haití, ya me venía venir la avalancha de información que llegaría por montones. Muchas cosas han pasado desde la última vez que escribí, tenía tantas ganas de contar lo que ocurrió en el hotel con Cynthia, sin embargo, el trabajo desbordándose de mi escritorio no me permitió hacerlo.
Nuestra agencia, contrario a mis expectativas, se puso las pilas y haciendo un gran esfuerzo, envió a un corresponsal a la isla. Mis jefes pensaron en mí, y era una oportunidad excelente para mi carrera, sin embargo la desolación que se veía en las primeras imágenes que nos llegaron, el olor a muerte y podredumbre que se relataba, sumados a mi estado emocional no podrían ser nunca una buena combinación. Así que rechacé la enomienda, pero a cambio, me comprometí estar al pie del cañón en la agencia.
Y por un lado está bien, digo, apoyarme en el trabajo mientras mi vida se va al caño no es algo nuevo para mi.
Porque todo comenzó el día en que Cynthia me dijo que, a pesar de lo bien que se la pasaba conmigo, nuestros mundos eran completamente diferentes. Me quería y yo la quería y el sexo era siempre novedoso. Sin embargo nunca quiso salir conmigo. Salir, salir, lo que se dice salir. Ir a tomar un café o al cine en horarios vespertinos. Siempre que íbamos era a la última función y en cines lo más lejanos de la escuela o de su casa posibles. Casi siempre nos veíamos en moteles y pasábamos la noche juntos o un buen rato de sexo y risas. Y yo quería más por supuesto, pero la verdad es que a nivel pareja, sólo nos conocíamos en la cama, nunca fuera de ella. En la escuela éramos prácticamente extraños.
Hasta que se consiguió un novio lo bastante parecido a ella como para no tener vergüenza en salir con él a la calle. Me bateó por teléfono sin decir palabra. Yo sólo pregunté si me estaba dejando y ella no tuvo reacción.
Durante muchísimos años no hablamos ni tuvimos contacto. Hasta que un paquete llegó a mi oficina la semana pasada.
Nada cambió. Sus piernas se siguieron abriendo de la misma manera que hace años y su sexo sabía igual de como lo recuerdo. Pero la imagen de Déborah desnuda en mi cama no se me quitó de la mente jamás.
Por primera vez en toda mi vida, no pude mantener una erección ...
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
4 comentarios:
hay ciertas reglas sociales y laborales que exigen estar al pie y no precisan en que momento tormentoso personal uno se encuentra
a veces adecuarse a un juego es ignorar todo lo demás...
los amores verguenza. no se si llamarles asi
... es ese juego extraño en el que uno solo se conecta perfecto en la cama aun cuando alguna de las partes se empeñe en querer algo más.
... alguien adecuado o igual... en que radica
ultimamente pienso en esas diferencias y creo que a veces solo son esas cosas las que estorban para estar con alguien que realmente te gusta y que aceptas.
(la cuestión no es solo tolerarse)
hay quien lleva esa mania y atribulada forma de relacionarse con las personas hasta las ultimas consecuencias y no siempre funcionan las cosas. (literal y sexualmente)
pd. si soy yo
me dejaste pensando...
todos, en el fondo, lo que no queremos es volver a ser heridos
pero casi sempre herimos para evitarlo
Bueno.... algún día leeremos que ya no pensabas en Déborah a la hora de....
Verás que sí.
;)
Es ley de vida.
Saludos!
Oh oh, creo que estas mas afectado de lo que pensaba, a pesar de los intentos por no pensar mas en ella, la vez en cualquier lado.
Ni hablar, en fin todo pasa y esto tambien pasar.
Saludos ¡
Publicar un comentario