martes, 12 de enero de 2010

LA COLA ENTRE LAS PATAS.

Como decía, la cita del viernes por la noche fue un éxito relativo. Es decir, si los acontecimientos se dieron de tal manera que al anochecer mis manos estaban dentro de su escote y de su falda, no pueden calificarse más que como exitosos. Sin embargo, en la interminable plática casi unilateral de la noche, a Carolina se le olvidó contarme un pequeño detalle.

Estábamos en lo más caliente del manoseo cuando de pronto escucho pasos. No me preocupé pues en ese tipo de edificios de departamentos prefabricados, los ruidos se escuchan a través de los pisos y las paredes. Yo seguía luchando con el saber de que ese cuerpo que se rendía a mis manos no era el de Déborah, tenía que impedir por cualquier medio que mi garganta pronunciara el nombre equivocado, que mis sentidos me engañaran y que por momentos llegara a pensar que estaba de nuevo en casa, en un cuerpo que fue solamente mío. Pero, ¿lo era?

Comencé a hacer memoria y me acordé de todas las ocasiones en que Déborah me canceló una cita, de todas las veces en que sonaba su celular y se levantaba de la mesa a hablar en el pasillo. Y yo como siempre callaba, no me quejaba, por algo confiaba en ella y sabía que sería incapaz de engañarme. Pero ¿lo era? A estas alturas de la duda uno ya nunca puede estar seguro de nada.

Recordé la noche en que volví de un viaje de trabajo y escuché pasos en mi departamento. Antes de abrir la puerta marqué el número de la policía y coloqué mi dedo listo para oprimir send. Giré la llave y un grito de Déborah me hizo saltar. ¿Qué haces aquí le dije? Ella dubitativa me decía entre balbuceos que me estaba preparando una sorpresa, me jaló hacia la recámara y me tiró sobre la cama deshecha, mientras me besaba y se me olvidaba el susto que me había pegado, la puerta se cerró. Déborah sólo me dijo que había sido el aire y se dedicó a hacerme el amor como nunca me lo había hecho.

Ahora que lo pienso... No, mejor no lo pienso.

Estaba concentrado en el suave y pequeño cuerpo de Carolina cuando los pasos se hacían más fuertes, más cercanos. Mis dientes estaban a punto de aprisionar sus pezones cuando un grito de abuelita me sacó de contexto.

¡Carolinaaaaaaaaaaaaa!

Se le había olvidado decirme que vivía con su madre. Entre mil disculpas salía con la cola entre las patas de ahí prometiéndome averiguar todos los detalles la próxima vez.

El sábado y el domingo me recluí en casa a ver los partidos de la NFL y ayer en el trabajo, al entrar a mi oficina me encontré con una no tan agradable sorpresa.

4 comentarios:

Jo dijo...

¡¡¡¡pequeñisimo detalle????
bueno no es tan grave .. yo estaba haciendo marañas (vive con su hijo) aunque un hijo no seria tampoco tan problematico...


sobre cuando uno escucha pasos , da cuenta de ciertos detalles, encuentra ciertas pistas hay secretos que se develan solos y uno mejor asume y mira para otro lado

me haz hecho pensar en mi relaciòn anterior (daniel)

a veces hay cosas que pretendemos dejar de lado en nuestra opciòn de zona de confort y hacer como si nada pasara ... solo el aire. si, con eso nos confortamos o nos convencen.

pero las sorpresas al final terminan destapándose y no precisamente por el escote

NN dijo...

jaja jaja jaja, bueno ya estaba pensando otra cosa, tal vez un novio, o novia ? en fin se dan casos,

saludos¡

Típico Hombre de Mal Morir dijo...

Al menos fue la mamá, imaginate, un novio, un esposo, u otro hombre para hacer un trio!!! jajajaja, me gusto tu narración, me atrapó, y me imaginé cada escena mental, saludos!

jess dijo...

Yo por más que trato no puedo pensar en nada más cuando estoy entre tejes y manejes.....

.... Una vez, mientras me besaban y comenzaba el cachondeo me dijeron "Mónica".... yo aventé al estúpido y le dije "quéeeee?!?!!?!? No me toques nunca más"... obvio que me volvió a tocar, pero no esa noche. Jum!

Saludosss!!!